Alassan Diarra
(Mauritania, 1994) odia el fútbol, aunque comparte nombre con un futbolista.
Reside en Banyoles donde llegó a los 13 años gracias a su referente: su padre.
Con la misma edad se introdujo por completo en el mundo del taekwondo, un
deporte que le ha ayudado a mejorar como persona. Ahora, con 24 años, es tercer
Dan y acaba de alcanzar uno de los mayores retos de su vida: ganar la medalla
de plata en los campeonatos de España en la categoría de -87kg.
• Felicidades por la medalla, en quien pensó
cuando subió al podio?
En mi padre. Sin
duda, él es el artífice de todos los éxitos en mi carrera deportiva.
• Es su referente?
Sí, así es.
Gracias a él soy como soy. Mi padre llegó a Europa con 18 años. Él vivía y
trabajaba aquí mientras que mi familia y yo lo hacíamos en Mauritania.
• Una vida nada fácil la de su padre.
Sí, sólo venía a
vernos de vez en cuando. Empecé a convivir con él a la edad de 13 años cuando
junto con mi familia vinimos a Europa. Mi padre tuvo que picar mucha piedra para
adaptarse aquí. A nosotros, en cambio, esta adaptación fue mucho más sencilla
gracias a los esfuerzos y todos los caminos que nos abrió.
• En una localidad como Banyoles, donde la mayoría
de la gente practica deporte de agua (remo, piragüismo, waterpolo ...), usted
eligió el taekwondo.
Sí. Justamente
cuando llegamos a Banyoles empezamos a practicarlo, precisamente gracias a mi
padre. Cuando venía a vernos a Mauritania nos enseñaba cosas sobre este
deporte, pero no llegamos a entrenar nunca. Al principio de venir aquí vimos
este deporte como una mera distracción. Y mira ahora, compitiendo a alto nivel.
• El alumno ha superado al maestro?
(Ríe).
Absolutamente. Dentro de mi familia somos tres hermanos. Los tres hacemos
taekwondo y los tres hemos conseguido resultados mejores que los de mi padre.
Por ejemplo, los tres hermanos hemos sido campeones de Cataluña en nuestras
respectivas categorías.
• Subcampeonatos de España, medalla en la Copa del
Rey, participación en varios torneos internacionales ... ¿Vive solamente del
deporte?
Ojalá. El
taekwondo es un deporte minoritario y prácticamente nadie puede vivir de él.
Como mucho el campeón de Europa podría hacerlo, y ya es decir. Yo, por ejemplo,
soy carpintero también. Estudié un grado de carpintería y cada día voy al
taller a trabajar.
• A qué se debe que no se pueda vivir plenamente
del taekwondo?
A la falta de
patrocinadores. Yo tengo 24 años ahora mismo, y ningún patrocinador se ha
puesto en contacto conmigo para ofrecerme algún tipo de ayuda. Como te he dicho
antes, sólo los campeones de Europa los tienen. Pero no te creas que les pagan
todo, la mayoría de ellos tienen que pagar al menos media estancia en los
campeonatos internacionales.
• Se lo puede compaginar bien?
Sin ningún
problema. Por suerte trabajo en una empresa familiar donde si falto algún día
por motivos deportivos me hacen recuperar en otras jornadas. Sinceramente, me
siento muy afortunado porque puedo compaginar mis dos grandes pasiones
• ¿Qué le ha enseñado el taekwondo?
A sacrificarme. A
que si quieres un objetivo tienes que trabajar mucho. Una enseñanza que la
practico tanto en el deporte como en la vida misma. Mira, de hecho, yo siempre
digo que en la vida hay dos tipos de personas las talentosas, que sin trabajo
no llegan a ser nada, y las trabajadoras que son aquellas que picando piedra
conseguirán tarde o temprano lo que se proponen.
• Y usted en qué tipo de persona es?
La trabajadora.
Empecé muy tarde a hacer este deporte y es lo que he tenido que hacer: trabajar
y trabajar. De hecho, conozco a taekwondistas con un talento impresionante a
los que he podido derrotar por ello. Por ejemplo, gané al campeón del mundo en
el último Open de Luxemburgo, el Alexander Bachman.
• Por último, me gustaría preguntarle sobre lo que
se dice que si alguien utiliza las artes marciales en la calle se convierte en
un arma blanca.
Se generaliza
mucho. De hecho, te conviertes en arma blanca cuando logras el cinturón negro
y, posteriormente, haces uso. Pero, siendo sincero, nunca se me ha pasado por
la cabeza utilizar el taekwondo fuera de los propios gimnasios. Sería un error
por mi parte, no sólo por el hecho de que es un delito, sino porque ponerte a
la altura de alguien que te insulta o te provoca no entra dentro de mis planes.
Es mejor no hacer caso.
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